Bailando con lobos
A parte de una película preciosa, la frase bailando con lobos es un mote que los instructores de la escuela de la once de perros guía, Juan Luna y Pedro Márquez me pusieron cuando fui a recoger a mi perra guía Heidi, una pastora alemana, la cual tuve que despedir el 16 de agosto del 2004.
Cada mañana cuando me levantaba en la escuela, ponía música en el reproductor del libro hablado que nos dejaban, bailaba y jugaba al ritmo de la música con mi perrita que, en esos tiempos era joven, juguetona y llena de vitalidad.
Así fue como los instructores me pusieron ese mote.
En la actualidad tengo tres perros: Bimba, mi perra jubilada, una labradora blanca que vive para comer y dormitar; Xito, un pastor alemán que adoptamos como futuro perro guía, que se quedó en solo perro pues en los tres meses que estuvo en la FOPG no aprendió más que a ladrar.
Y luego está Nevi, mi actual perra guía, otra pastora alemana que es la que me acompaña paso a paso, y hace que mi vida en este Madrid lleno de barreras arquitectónicas, sea más amable en mi caminar.
Cuando cuento a la gente esto de convivir con tres perros, se quedan sorprendidos. Realmente no es para tanto, lo malo es pasar de el primero al segundo, luego ya da lo mismo.
Debe parecerse a lo de tener dos o tres hijos.
Mis perros la mayor parte del tiempo se lo pasan durmiendo cada uno en su colchoneta.
Eso sí, se nota un poco en el presupuesto del veterinario, o en los sacos de pienso, también en el número de bolsas de recoger cacas que debo llevar en el bolsillo, pero por lo demás….. ¿Qué puedo decir?
¡Me encanta!
Es cierto que hay momentos de caos en mi casa a la hora de dar la cena a los tres, o cuando tocan el timbre ahoras extrañas, también la cantidad de pelos por baldosa es superior a la media normal, pero como dice el refrán: ¡donde hay pelo hay alegría!
Nunca imaginé que lo de bailando con lobos podría ser tan real como en este tiempo, y cuando pongo en el equipo de música según que canciones, mis tres perros aparecen del rincón donde quiera que estén roncando, se ponen a girar alrededor de mí, a frotarse en mi muslo, y a jugar a ritmo de salsa o bachata.