El pasado lunes viví una experiencia maravillosa:
¡Fui a montar a caballo!
Ya sé, probablemente muchos de los que me leéis ya habéis vivido esta aventura, pero para mí fue algo súper especial.
Lo primero es que el centro de equitación, aquí cerca de Durcal mi pueblo natal, en Lanjarón, es un centro diferente, con gente maravillosa y amantes de los caballos.
Es un proyecto fantástico, os cuento:
Ellos rescatan caballos con problemas de salud, o bien con maltrato emocional o físico.
Ellos los devuelven a la naturaleza, mejoran su salud física, y Sara la directora del centro, es la encargada de la recuperación emocional.
Todos sabéis lo que cuesta al mes mantener un caballo, y máxime cuando está enfermo y necesita cuidados veterinarios.
En este centro de equitación, organizan paseos a caballo por la sierra para turistas o personas que amen a los caballos, y con este dinero financian el mantenimiento del centro y de los caballos rescatados.
Yo no tenía ni idea de este proyecto, de hecho fui un poco a lo loco, pues me lo recomendaron en la escuela del valle inglés, algunas de las profesoras.
Más bien acudí allí para poder familiarizarme con los caballos y probar si podría dar un paseo.
Cual no fue mi sorpresa, cuando me contaron en qué consiste el programa de caballos rescatados, y la forma de poder mantenerlo.
El sitio donde está ubicado es alucinante, apartado de todo ruido, silencioso y lleno de paz.
¡No me extraña que allí los caballos se recuperen de todo trauma!
Mi guía, Louisa me presentó a la yegua que me iba a pasear.
Son una gente de gran sensibilidad, ellos pusieron la yegua junto a un gran escalón para que yo no tuviera dificultad para subir a Molly, que desde el primer momento fue un amor de yegua conmigo.
Yo supongo que ella sabía que mis conocimientos sobre equitación no eran ni básicos, pero tuvo paciencia hasta que me ajusté en la postura correcta, y la emoción del movimiento, los sonidos del campo, el olor a hierba, el canto de las chicharras y los pájaros hicieron la magia.
Me encanta la gente y los sitios tan inclusivos donde no me preguntan, donde hacen lo difícil fácil, y donde me hacen sentir como cualquiera.
Todo fue tan natural y sencillo, que desde el primer momento se ganaron mi corazón.
Si venís por esta zona, si amáis a los caballos, os recomiendo que vengáis a visitar este centro ecuestre, además de disfrutar con estos geniales animales, colaboráis con el proyecto de rescate de caballos.
Y si queréis, podéis hacer alguna donación para ayudar.
Os dejo la página web para que le echéis un vistazo.