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septiembre 19, 2013

A mi abuelo

         a mí abuelo

 

 

 

Ambrosio Megías padial, nacido no se sabe qué día del 1904,en Dúrcal, granada, y fallecido el día de Nochebuena del 1970, ¡ese fue mi abuelo por parte de madre!

 

 

Una niña que a la lumbre se arrimó

una chispa medio chifle le quemó.

La niña lloraba mucho

con medio chifle quemao,

el que se case con ella

chiflará de medio lao.

 

Esta coplilla tarareaba mi abuelo Ambrosio, llamado de la Berría, cuando borracho como una cuba, iba con los amigotes de parranda allá por los años 40.

 

Eran tiempos de miseria, en la posguerra, tiempos de hambre y tristeza.

época deprimente de la historia de España, y más de la historia de Andalucía, donde tantas personas sufrieron con el dolor, el exilio, y la pobreza.

 

No sé qué es lo que corre por mis venas, pero solo con un poquito de sangre que haya de mi abuelo Ambrosio,, ya me doy por contenta.

Hombre duro, como los de entonces, que se bebía el agua de los floreros, junto con el vino de las cantinas, que cantaba a pleno pulmón coplas que podrían hacer desmayar a cualquier debutante joven sensible victoriana.

 

Cuentan que antes de casarse con mi abuela, estaba enamorado de Purica la Sacristana, que, un día, bien bebido,, la tomó por las enaguas, y se las rompió, y así mismo se rompieron 7 años de noviazgo y un posible matrimonio bien avenido.

En su lugar, eligió por esposa a mi abuela Natividad, que la pobre lo tuvo que aguantar hasta enterrarlo, momento en el que pudo descansar de él.

 

Pendenciero, jugador, contrabandista, carretero de los de antes, con su puntito de ingenuo, y su poquito de ternura, allá en lo más profundo de su alma, se dice que puso una cantina, y cada vaso de vino que pedían los parroquianos, como él no sabía leer ni escribir, colocaba un pabilo de maíz, y sumaba los que había para saber cuántos vinos tenía que cobrar.

Demás está decir que muchos de los vecinos tiraban a la lumbre los pabilos, con lo cual, era de esperar que el negocio le durara tan poco como todo lo que emprendía.

Trapicheó con aceite, trigo, maíz, eludiendo la guardia civil en los tiempos del estraperlo, hasta que una vez lo denunciaron y tuvo que ir a la cárcel y mi abuela vendió una finca para rescatarlo.

¡menudo tarambanas mi abuelo!

Se emborrachaba tanto, que su propio mulo, que le esperaba en la puerta del bar, era el encargado de llevarlo a casa, ya que conocía el camino mejor que él.

 

Construía casas, las dejaba habitables, y en cuanto tenía oportunidad ¡se las jugaba a las cartas! y lo peor es que ¡perdía siempre! Su frase favorita era: casa bebida ¡casa vendida!

 

Eso sí, ¡siempre contento y con ganas de empezar de nuevo….

Mi madre, mi tío Ambrosio, mi tía Nati y mi abuela, se las vieron y se las desearon para sobrevivir no sólo por la época, sino por sus excesos, sus ganas de fiesta, su creatividad fuera de lugar y de tiempo.

 

Se puede decir que mi abuelo, no fue un modelo de virtud, pero yo lo recuerdo de muy pequeña, cuando me sentaba en sus rodillas y me acurrucaba bajo su brazo, cuando yo respiraba su olor a tabaco y vino, y escuchaba bajo el caqui del callejón como me contaba historias, me cantaba coplillas y me enseñaba versos:

 

La otra tarde deslié

un cigarro en el estanco,

y en él me encontré

una mesilla y un banco.

las patas de una gallina,

los restos de una langosta,

la cabeza de Cirilo

y el cuerpo de Mantecosa.

Una vieja apalillando,

la suela de una alpargata,

un ratón pegando saltos,

y de basura una carga.

 

 

bota piribota pirifotín de la bota, el que no tiene bota se equivoca.

Y el que no bebe vino de la bota pirifota ppirifotín de la bota….

cuando te veré venir, por aquel camino llano, cuando te veré venir con la licencia en la mano…