Mucho tiempo sin escribir nada por aquí ¿verdad?
Es esta pandemia que sube y baja el ánimo según viene y va.
Pero bueno, Goleta y yo seguimos caminando.
Sabéis que hay perros que roban comida, por ejemplo, mi difunta Bimba.
Recuerdo un día que esa perra robó en casa de mi hermana una bandeja llena de mantecados, de esos caseros, de esos de Dúrcal, que, si no los conocéis, en navidad parad en el horno y comprad una caja y sabréis de qué estoy hablando, de esos que cualquier mortal sólo es capaz de comerse a lo sumo tres, pues ella, ¡la bandeja entera! Y pasadas unas hora tan pancha, se vomitó los envoltorios como si no pasara nada.
O mi difunto Xito que se comió un paquete de pan bimbo con su precinto y todo, y después de un día de diarrea, el tío vomitó el cierre de la bolsa y se acabó la cagalera.
O mi difunta Heidi, la cual un día vomitó una hombrera, que yo estaba esperando que en cualquier momento expulsara el resto del traje.
También hay perros que roban calcetines, o juguetes, o bragas, como mi difunta Navy, pero lo de Goleta es de traca.
Lo cierto es que yo estoy feliz de que no trepe por la encimera ni por la mesa cada vez que hay restos de pan u otros manjares, y que al buscar mis calcetines estén todos bien y en su sitio.
Pero hay algo que ella le tiene verdadera debilidad, algo que la llama, que no puede resistirlo: ¡las toallas de los pies! ¡Cuanta más sustancia mejor! Si está un poco húmeda, con más olor a esa mezcla de queso francés con detergente, gel de ducha, y olor viejo, ¡mucho mejor!
Además, ella espera a que yo esté desayunando, justo en mi segundo trago de café, y entonces sale corriendo al baño, caza su mercancía, o sea, justo esa toalla asquerosa que yo he dejado en el suelo al salir de la ducha porque posteriormente echaré a la lavadora, la trinca con sus fauces, y echa a correr pasillo adelante hasta su colchoneta.
Os preguntareis que por qué dejo yo esa toalla en el suelo si ya sé lo que va a pasar cada día ¿verdad? Sencillamente porque es peor el remedio que la enfermedad.
Es decir, si yo recojo mi toalla, ella busca otras piezas, el albornoz, la toalla de cara, y en su defecto ¡lo que más me fastidia del mundo! ¡mi mantita de sofá!
Cuando esa perra trota por la casa con mi mantita en la boca, enredándose en sus patas, tropezando y saltando… ¡En mi manta favorita! ¡La que uso yo para taparme en las tardes de pelis y lluvia!
Que no, que robe la toalla de los pies, mucho mejor, ¡y que le aproveche el aroma!