Parece el título de una fábula de esas que nos leían de niños, con esos finales de moraleja que no acabábamos de entender cuando éramos niños, pero no, esto es real.
El gorrión está aquí, nos vigila, nos observa ¡y se toma cada vez más confianza!
El gorrión común (Passerdomesticus), también llamado pardal, es una especie de ave paseriforme de la familia de los gorriones (Passeridae). Es pequeño, está adaptado al hábitat urbano y acostumbrado a vivir cerca del ser humano, hasta el punto de ser el pájaro más frecuente y conocido. Aunque es originario de Eurasia y el Norte de África, se encuentra distribuido por todo el mundo, pues ha sido introducido por el ser humano en el resto de los continentes, a excepción de la Antártida.
El gorrión común pesa alrededor de 30 g y mide de 14 a 16 cm de longitud total (el macho suele ser algo más grande que la hembra). Es de conformación robusta y tiene las patas cortas. Su pico es grueso, fuerte y cónico. El plumaje del lomo es pardo, con manchas negras y rojizas.
Los machos poseen una mancha negra en forma de babero que cubre parte del pecho y la garganta. La frente, la coronilla y la nuca son grises.
Las hembras poseen colores más apagados que los machos: su cabeza es parda y las cejas son claras; además, no poseen negro en la garganta, característica común de los machos. La cría, conocida como gurriato, es similar en su plumaje a la hembra.
Se alimentan principalmente de insectos y de semillas, aunque también les gusta comer desperdicios producidos por el ser humano, dada su cercanía. En primavera pueden alimentarse de mariposas, y de flores de Crocus, Aconitum y flor de primavera (Primulavulgaris).
Forman parejas monógamas en cada estación de reproducción. Construyen los nidos en primavera, con hojas secas, plumas, restos de papel, y tal vez pelo de perro recién cepillado. Anidan en grietas de edificios, debajo de tejas o en troncos de coníferas.
Ponen de 4 a 5 huevos en cada puesta. Pueden hacer hasta 4 puestas, y éstas pueden suceder en cualquier momento durante la primavera.
Tanto el macho como la hembra se encargan de incubar los huevos una vez que todos han sido depositados en el nido, turnándose cada pocos minutos, todo muy igualitario.
A los 10 días los polluelos rompen el cascarón, y a los 14 días ya están emplumados.
Puede llegar a vivir trece años en cautiverio, aunque generalmente no llega a los siete años en libertad.
Protegen con agresividad el área alrededor del nido, tanto de otras especies como de individuos de su misma especie.
Se encuentran cerca de lugares habitados, ya sea en calles, parques o jardines, así como en prados, huertas y granjas.
Son aves sedentarias y gregarias.
Muestran mayor confianza hacia el ser humano en ambientes urbanos que en ambientes rurales.
Suelen bajar al suelo en busca de comida caminando a saltos, a diferencia de las palomas, que lo hacen dando pasos.
El otro día, cuando fuimos a pasear con Goleta al Pardo, Quinta del Duque del Arco, y decidimos tomar algo en una terraza cercana, es bastante grande, con mesas al aire libre, en estos tiempos se agradece aunque sólo sea por salir de la rutina.
Pedimos unas raciones, y de repente teníamos en la mesa más de cinco gorriones pidiendo comida como perritos, revoloteando sobre mi cabeza, saltando y haciendo piruetas a la caza del trozo de pan perdido.
Yo que había pedido una ración de alitas de pollo, de repente me dio hasta mala conciencia comerme las alas de algún primo de estos seres que no hacían más que insistir e intentar trincar algo en la mesa.
¡Y realmente son persistentes!
No me extraña que amen a los seres humanos más en la ciudad que en el campo.
Todos estábamos ahí atentos a los gorriones, a ver qué querían, que les gustaba más, si una patata frita, un trozo de pan, o una aceituna.
Y ¡que inteligentes! En cuanto ya no quedaba nada que comer en nuestra mesa, se largaron sin ni siquiera decir adiós a otra mesa.
No sé en otros sitios, pero en la terraza del Pardo, los gorriones están gordos como gallinas de lo bien alimentados que viven.
No sé si algo pasó en la primavera 2020, cuando estábamos en el confinamiento total, las plantas, los animales, y en concreto los pájaros tomaron el control de la ciudad, y que alegría daba escucharlos desde nuestras madrigueras.
Tal vez en este tiempo covid19 algo bueno saquemos, al menos un sano respeto a la naturaleza como mínimo.