¿Os acordáis del último post que escribí?
¿Sí, ese en que el otro día me caí en el campo y mi perra vino a socorrerme con la boca llena de la mierda que se había comido?
Vaya por delante mi agradecimiento a la gente que se ha tomado un ratito para leer mis humildes escritos.
No obstante, estoy sorprendida del efecto nocivo que he provocado en un curioso porcentaje de público que amablemente leyó el contenido.
Yo esperaba que la gente se muriera de asco, ya sabéis, que la caca, que la perra, que el olor… Pero no, no ha sido eso lo que más ha impactado, ¡lo peor fue que yo me caí!
La idea era mostrar ese momento tragicómico que nos puede pasar a cualquiera, de paso, dar normalidad a la figura de Goleta como perra guía, y mostrar una situación más en nuestras aventuras en el día a día.
¿Y por qué no? ¡darle publicidad a mi clínica que en estos tiempos necesitamos clientes para recuperarnos de los estragos económicos de la pandemia!
¡Pide cita aquí si te duele algo!
Por eso, tú, que reaccionaste de forma divertida, que además preguntaste sin aspavientos ni agobios por mi pie, lo que sigue a continuación, no es para ti, o un poco sí, a modo de ilustración.
Observo con cariño y benevolencia, la misma que me aplican a mí cada vez que miran con condescendencia caritativa mi vida y mis cosas, a esos que se sienten tan mal porque yo pueda precipitarme al suelo.
Dado que soy persona de analizar cuanto me sucede, y a sugerencia de mi psicóloga, que es bastante más sabia que yo, he aquí que me dispongo a recrearme en este post al respecto del incidente.
Estoy bien, gracias, mi pie va genial debido al tratamiento de las fisioterapeutas de mi clínica, al hielo, a los antiinflamatorios, y a que tengo la costumbre de mejorar en general.
Todo el mundo puede caerse en el campo, ¡da igual cuando leas esto!
Desde el punto de vista porcentual, y en teoría, podría caerme más veces que el resto de la humanidad, son riesgos calculados, pero ni más ni menos que cualquiera de vosotros.
No me gustan las estadísticas donde entramos todos en un saco enorme que nos iguala a la baja y para mal.
Os mando un abrazo grande a cuantos sabéis normalizar los acontecimientos, y ubicar los sucesos en su justa perspectiva.
Y a los demás, por supuesto, para que podáis aprenderlo.
Si yo puedo, vosotros también. Y por favor, os pido que no sufráis tanto cada vez que alguien tal vez como yo o similar, aterrice de forma forzosa sin mayores consecuencias.
Hay cosas más tristes por las que llevarse un mal rato en este mundo.
¡Y gracias por leerme!