Pues lo que leéis en el título, ayer íbamos al Pardo a que la perra corriera y jugara un rato, y me di un leñazo de esos de película, de esos que caí cual corta soy, a lo largo y ancho del trozo de tierra donde me precipité.
Ya sé, la culpa era mía, tengo esa manía de caminar inconscientemente en todos sitios, los conozca o no, casi lo hago por inercia, como si a mi paso se fueran quitando todas las barreras arquitectónicas que hay, como si sólo mi presencia espantara bordillos, escalones, bancos, troncos y desniveles.
De hecho, ¡en general se apartan!
El caso es que todo sucedió en cosa de segundos, mientras yo tropezaba con un hueco entre la carretera y el campo, me deslizaba al suelo sobre mis dos ante pies, me esparcía sobre hierba, y pinchos de mala calidad, Goleta aprovechaba para revolcarse en una señora mierda, y de paso, servirse un buen pedazo a modo de aperitivo.
¡El ñordo le debió saber delicioso!
Viendo el animalito que su dueña, o sea yo misma, estaba necesitada de asistencia de urgencia por mi caída, ella, en un verdadero y perro acto de solidaridad corrió a socorrerme perramente, al instante, eso sí, con la boca llena de su último bocado.
Yo en el suelo, dolida especialmente en mi orgullo, y en mis pies, con zarzas clavadas en la ropa y en las manos, dispuesta a quejarme de lo mío, ¿pero cómo hacerlo cuando se te echa encima a lamerte una perra con un terrible olor a caca de la buena que según pude imaginar?, ¡lo más seguro es que fuera mierda humana!
No sé qué era peor, si el aroma, mi indigna posición en el suelo, o el tener que agradecer esa asistencia de Goleta como enfermera.
En fin, me levanté lo mejor que pude, traté de felicitar a mi socia por su buen hacer, porque llegadas a ese punto ¿Cómo le regañaba por haberse comido esa catalina?
Así es que arrastrando mi pata llegué a donde tenía la bolsa con sus cosas, ¡y menos mal que había llevado unas toallitas de esas húmedas para limpiar ese hedor!
Con todo el asco del mundo, y mi pie dolorido, limpié a Goleta hasta que le saqué brillo, aunque todavía tengo en mi nariz metido el pestazo que emitía.
Así mismo, aquí ando con el pie a rastras en manos de mis compañeros de la clínica_de_fisioterapia que por suerte lo están atendiendo debidamente.
¡Que el verano está aquí y hay que disfrutarlo a tope!