El tiempo pasa inexorable, y un año más celebro junto a mi perra guía jubilada su cumpleaños.
Está aquí, bueno, más bien en mi sofá enroscada, escuchando como yo, la lluvia en el patio.
Solo se levanta cuando oye bolsas en la cocina, cuando abro la nevera o cuando hay algo que huele mejor que bien en la hora de la comida.
Su veterinario dice que está algo sorda, yo diría que su sordera selectiva es espectacular, llamarla para algo que no sea comer y que venga al instante como sucede con los otros dos perros de casa, es misión imposible.
Ni siquiera abrir la puerta para ir a la calle.
Si es cierto que sus orejas, día sí,día no, acumulan demasiadas levaduras, entre gotas, corticoides, y limpiezas se nos pasan las jornadas. El día que amanece nublado ya la escucho sacudirse con fuerza, y por más que trate de prevenir,, esas otitis nos complican la vida, esa es la verdad.
Excepto el susto que nos dio hace un par de años, con una lumbalgia, que a penas podía moverse, por lo demás vive como una señora reina jubilada.
Yo sostengo la teoría que a mi perra Bimba nunca le ha gustado el trabajo, siempre ha sido vaguísima.
Es por eso que la llegada de mi actual perra guía, a penas le supuso un drama, para mí que pensó que menuda liberación, que eso de vivir peligrosamente en la calle, que lo haga la juventud, que ella ya dio lo que tuvo que dar y tan bien que lo hizo.
De vez en cuando, en los días como hoy, se le cruza un cable y viene a posar su cabeza sobre mis rodillas, aprovechando que los dos pastores alemanes están adormilados y no le quitan espacio.
Se queda quieta y llega entre nosotras esa complicidad de los primeros años, cuando éramos ella y yo, solas ante el peligro, cuando avanzábamos entre el gentío por Madrid, por Barcelona, por Granada….
Mi mano y su pelaje suave se mezclan para ser la caricia que nos regalamos la una a la otra.
Las dos cumplimos años sin duda ¿a que sí Bimbita?
Feliz cumpleaños!