Poco a poco las cosas se nos complican a Goleta y a mí.
La ciudad y su disposición, desde luego no nos lo ponen nada fácil.
Hoy teníamos que ir al metro.
Como usuaria veterana, tengo ciertas ventajas en cuanto al manejo de la perrita, pero también desventajas, una de ellas es que aún no estoy totalmente acoplada a su paso y a sus señales, y esto me confunde, y supongo que a ella también.
En un cruce con Santa Engracia donde justo el paso de cebra está frente a un árbol, que no sé qué diseñador de ciudades o de árboles se le ocurrió semejante idea, porque no solo es problema para mí, sino también para personas en sillas de ruedas y carritos de bebés, pues he tenido mi caída del curso.
Cada nueva perra, sistemáticamente tiene ese riesgo en el entrenamiento, caerse está asumido como daño colateral, duele más la autoestima que el rodillazo en sí.
Al hacer el giro a la derecha desde el cruce, Goleta me señaló que debía esquivar el alcorque del árbol, pero yo, ni estaba atenta a ello, ni concentrada en el camino, y así fue como aterricé, ¡y eso que el instructor incluso lo vio venir y me avisó!
En fin, si me preocupé sobre todo fue por ella, por si se asustaba con mi caída.
Ahora, en esta etapa cualquier cosita puede ser traumática, son muchos cambios, casa nueva, amigos nuevos, olores nuevos.
Y yo, ahí que no siempre sé actuar rápido y adecuadamente.
Si bien mi mentalidad y mi actitud para caminar siempre es positiva, está ese miedo y ese estrés que hay que superar en el día a día.
No estoy segura, y lo quiero contrastar, pero siento que la mascarilla me quita algo de movilidad.
Además, desde agosto que no tengo perro guía, aprendí de nuevo a tomar nuevas referencias, más pegada a la pared, y Goleta suele acercarse más en su camino hacia los árboles.
En parte mejor, porque hay menos obstáculos que salvar, pero por otro lado, yo voy más insegura.
Estos días son así.
Donde si que ha mostrado un trabajo escelente para mí, ha sido en el metro.
Si bien es cierto que en la fase cero a penas si había público, ella realmente ha salvado las escaleras automáticas genial, yo no me atrevía a agarrarme de la barra vertical del metro, ni tampoco poner la mano sobre la baranda en escaleras, ¡efecto coronavirus! lo cual es otra pérdida de más referencias y dar más confianza a la perra.
No le dan miedo los tornos para pagar, ni al entrar y salir del vagón, espera tranquila en el andén y me ha gustado mucho sentir que está segura y va sin temor.
Otro momento bonito ha sido la presentación de Goleta a Kely, otra de las perras guía de la clínica, ha sido, como dice el instructor, en terreno neutral, en la calle, se han olido, y la cosa ha ido bien.
Luego han estado los tres tan formales en la recepción de la clínica, Yoki, Kely y Goletta, ¡como si fueran amigos de toda la vida!
¡Y qué calor!
Ahora cepillado y a relajarnos un rato, ¡que nos lo merecemos las dos!